Maduró con entereza el Villarreal su triunfo en Rusia, edificándolo sobre dos pilares. El primero y evidente tiene que ver con la ejecución de pequeñas acciones a lo largo del partido sin sentir la guillotina en el cuello: la Europa League es en este momento un desahogo que además puede activar piezas fundamentales en la plantilla. El segundo es mucho más sencillo: aunque escondidos durante muchos meses, sus activos eran de mayor calidad que los del Zenit.
Y eso que la primera parte, a pesar de la ventaja emocional que suponía el gol de Iborra, se movió bajo un escenario de descontrol, pese a que el Villarreal tenía más tiempo la pelota en campo rival. Calleja volvió a posicionar a su equipo con tres centrales, quedando por delante de ellos un doble pivote formado por Morlanes e Iborra, enfrentando a un equipo cuya intención fue siempre la de ubicar su bloque en 4-4-2 y a baja altura.
En el primer tiempo, el Zenit conseguía desplegarse con continuidad a partir del buen trabajo de sus dos delanteros
Esto llevó al Villarreal a colocar a sus dos centrocampistas centrales bastante arriba, hambrientos de combinar con Fornals, Moreno y Chukwueze, pero sin que la línea de tres –especialmente un Funes Mori que era el futbolista más axial de esa zaga- achicase espacios para evitar que el Zenit pudiera conectar entre esas dos líneas para posteriormente lanzarse al espacio.
Así, con el gigantón Artem Dzyuba mostrando una tremenda capacidad de lectura para venir al apoyo y gestionar todo ese latifundio, y con Sardar Azmoun moviéndose en vertical para recibir el envío posterior, el Zenit conseguía meter el cuchillo en el inconexo sistema defensivo de los de Calleja.
En la segunda parte el Villarreal gestionó mejor la pelota y el Zenit espació mucho más sus contragolpes
Sin embargo, todo cambió en la segunda parte a partir de lo que la hipotética pareja de puntas –hipotética porque el sumbarino amarillo nunca dibujó sobre la pizarra a dos delanteros repartiendo tareas- hizo con el balón, lo que permitió al equipo juntarse más arriba gracias a que la defensa del Zenit era girada una y otra vez, circunstancia que faltó durante los primeros 45 minutos y que permitía a los de Semak robar el cuero un escalón más arriba.
Con Samu Chukwueze escondido en el sector derecho del ataque y sobre todo, un Gerard Moreno al que el Villarreal necesita como el comer intimidando la espalda de la zaga pero también jugando de espaldas para que los medios pudieran llegar sobre la frontal del área con espacio, los de Calleja asumieron el control y cazaron dos goles que no sólo deja la eliminatoria encarrilada, sino también y quizás, aún más importante, alimenta la confianza de jugadores clave en la difícil batalla liguera.
